El documental del Netflix, Seaspiracy: La pesca insostenible muestra como la industria pesquera y su sobreexplotación dañan el equilibrio de los ecosistemas marinos y comprometen el futuro de la raza humana; esta película nos deja un mensaje claro: “si el océano muere, nosotros también”.
A menudo, cuando pensamos en la contaminación de los océanos, consideramos la cantidad de basura que se deposita en ellos y creemos que ese es el único problema al que nos enfrentamos, pero detrás de este, se esconde un factor elemental, el cual es la pesca excesiva y sin control.
Cerca del 46% de la basura que se encuentra en el mar es producto de la pesca, sus redes y accesorios son más peligrosas para la vida marina que el plástico común. Un claro ejemplo son las tortugas marinas, 6 de las 7 especies están en peligro de extinción, no por el cambio climático o por la contaminación por plásticos en el mar, sino por la pesca. En Estados Unidos, los barcos pesqueros capturan alrededor de 250.000 tortugas marinas al año, pero nadie hace algo para controlarlo.
La pesca ilegal va en aumento, es parte de la industria gastronómica y ahora también forma parte del entretenimiento, los delfines y ballenas jóvenes son de gran valor económico, son capturados y vendidos en parques marinos. Y aunque no hay un mercado de carne de delfín, la muerte de esta especie esta desenfrenada.
Hay muchas especies marinas que producen millones de dólares al año como el atún rojo, delfines, tiburones, por esta razón los gobiernos no hablan al respecto. Pero la pesca de estas y otras especies está dañando los océanos. Y si no hay un control, se estima que, para mediados del siglo XXI, no habrá pesca comercial porque no habrá peces para capturar, dijo Sylvia Earle, fundadora de Mission Blue.